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UN SEGUNDO COMIENZO




«Pongo Mi arco en las nubes y será por señal de Mi pacto con la tierra» (Génesis 6:13).

 

La historia de nuestros primeros padres fue de mal en peor. Entre los siguientes 2 capítulos después de su caída tenemos relatos de celos, asesinatos y familias rotas, es decir un verdadero caos. Al leerlo te darás cuenta de que en toda esa oscuridad el único destello de luz se reduce a una pequeña sección que habla de un hombre llamado Enoc. Allí se nos dice que «Enoc anduvo con Dios» (Gén. 5:24). Este hombre no pasó por el umbral de la muerte, sino que simplemente desapareció. Me aventuro a decir que la situación del mundo era tan precaria que el Dios misericordioso se lo llevó con Él.

El pecado había alcanzado tal magnitud en los corazones de los seres humanos que sus únicas intenciones eran siempre malas (Gén. 6:5). Dios no pudo tolerarlo más y decidió borrar literalmente todo. Pero no debemos olvidar que Él también había hecho una promesa. Su cumplimiento requería que el curso de la historia continuara con el linaje de Adán y Eva. Así que, en Su gracia inexplicable, escogió a un hombre: Noé.

Noé, al igual que Enoc, también andaba con Dios. ¿Tu família anda como Enoc? Él vivía con rectitud en medio de una generación perversa. Dios lo escoge para una tarea de preservación humana. Noé y su familia entrarían a un arca construida por mandato de Dios. Un arca que, me imagino, sería motivo de risa o burla (¿se han burlado de ti en algún momento?) para los vecinos malvados que observaban de lejos un poco perplejos porque no entendían la razón para tamaña construcción. Sin embargo, el Señor había diseñado esa arca como un refugio temporal para la humanidad durante los largos días y hasta meses que duraría el inmenso cataclismo que caería sobre la tierra. Empezaría con una lluvia incesante y luego con una completa inundación. Esa arca que Dios ordenó construir sería la salvación para Noé y su familia en un tiempo de juicio universal.

Pero Dios no solo le dio a Noé la orden de construir el arca y entrar. El mandato vino acompañado de una promesa: «Pero estableceré Mi pacto contigo» (Gén. 6:18). Es muy probable que Noé no supiera a qué se refería Dios, pero caminaba con Él, confiaba y esperaría en Él mientras le obedecía. ¿Aunque tu no entiendas, obedeces lo que Dios esta haciendo?

Siete días después de haber entrado al arca, el cielo se oscureció, los relámpagos iluminaron el firmamento que retumbaba con los truenos, y las nubes cargadas de agua se encapotaron sobre la tierra. Nunca se había visto nada igual. El diluvio comenzó con un par de gotas y luego «todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo fueron abiertas» (Gén. 6:11). Si unos pocos días de lluvia[i] son suficientes para provocar inundaciones, deslaves, derrumbes y arrastrar todo a su paso, como en nuestro quería Noreste Mexicano, hace unos meses atrás.  ¡imagínate cómo sería después de cuarenta días! Bueno, no hay que imaginarlo, la Biblia nos dice exactamente lo que sucedió. Las aguas subieron, subieron y subieron un poco más, hasta cubrir los montes. Toda ave y animal terrestre, todo ser viviente pereció. La Biblia nos dice que Dios lo hizo por el gran pecado que había y solo quedaron Noé, su familia y los animales que llevaba en el arca. Mientras tanto, los aguaceros continuaban y el arca flotaba. Así fue durante cuarenta días.

No hay situación en el universo que a Dios le sea ajena. No quiero decir que Él sea la causa del mal ni que se deleite en ello, sino que es un Dios soberano, justo, que gobierna, sobre todo: «Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place» (Sal. 115:3). En cada uno de los eventos que suceden de este lado del sol está el propósito de Dios que siempre redunda para Su gloria. Aun en medio del dolor y los desastres, Dios nos muestra Su misericordia y gracia, tal como lo experimentó Noé junto a su familia.

Así lo experimentamos nosotros también porque esa gracia nos alcanza todavía hoy. Él es un Dios fiel a Su palabra y por eso dice que «se acordó de Noé» (Gén. 8:1). Esta frase no significa que se hubiera olvidado de él, sino que acudió en su ayuda. Envió el viento que hizo disminuir las aguas, detuvo la lluvia y poco a poco comenzó a vislumbrarse la superficie de la tierra. Por fin Noé y su familia pudieron salir del arca luego de un período largo de tiempo.

Lo primero que hizo Noé una vez que estaban en tierra firme es un reflejo del carácter de un hombre que caminaba con Dios y vivía rectamente. Él ofreció un sacrificio al Señor (Gén. 8:18-20). Los invito a que hagamos lo mismo, demos gracias, porque Dios ha traído hasta aquí… ¿Qué “sacrificio” debes hacer que agradaría a Dios? El Señor se agrada con la actitud de Su siervo y hace realidad lo que le había prometido. Anuncia Su pacto con Noé y con su descendencia que vendría después. Lo maravilloso de este pacto es que Dios no solo lo pronunció, sino que dejó un recordatorio visible para todos, incluso para nosotros que no estuvimos allí:

«También dijo Dios: “Esta es la señal del pacto que Yo hago con ustedes y todo ser viviente que está con ustedes, por todas las generaciones: Pongo Mi arco en las nubes y será por señal de Mi pacto con la tierra. Y acontecerá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se verá el arco en las nubes, y me acordaré de Mi pacto, con ustedes y con todo ser viviente de toda carne. Nunca más se convertirán las aguas en diluvio para destruir toda carne. Cuando el arco esté en las nubes, lo miraré para acordarme del pacto eterno entre Dios y todo ser viviente de toda carne que está sobre la tierra”» (Gén. 9:12-16).

¡Ese es el verdadero significado del arco iris, el precioso arco de colores que adorna el cielo en días de lluvia! Es una señal de la fidelidad de Dios y de Su promesa. ¿Sabías que así nacieron los arcos iris? No se trata de un contrato entre partes iguales, sino un pacto donde el Señor se compromete a nuestro favor y sin merecerlo. El mismo Dios que trajo el diluvio sobre la tierra y juzgó la maldad, es el Dios que proveyó el arca para salvar a aquella familia que continuaría con la historia de la humanidad. Él los rescató, porque eso es lo que prometió desde el principio y Dios no cambia. No los abandonó porque Él es Dios con nosotros.

En cierta manera, este fue un segundo comienzo y una segunda oportunidad para la humanidad caída. De hecho, recibieron un mandato muy similar al de los primeros pobladores de la tierra: ser fecundos, multiplicarse (Gén. 9:7). Lamentablemente, el pecado heredado por Noé y los suyos dejó sus huellas. No fueron la familia perfecta, como descubriremos muy rápidamente al seguir leyendo la historia bíblica. Ellos no eran los salvadores de la raza humana. El pecado también sería heredado por quienes les siguieron. La historia todavía tendría muchos momentos oscuros y tristes, de esos que nos dejan sin aliento. La serpiente seguía causando estragos y todavía no llegaba aquel que aplastaría su cabeza. Pero la promesa estaba hecha y el pacto había sido sellado en el cielo.

 

Aplicación Teo

¿En qué sentido puede traernos consuelo la aparición del arco iris en el cielo?

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¿Qué aprendiste sobre el carácter de Dios en este devocional?

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[i] Life Way / TG

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Dec 04, 2024

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