«Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti» (Gén. 17:7)
La Biblia, especialmente el AT, contiene largas listas de nombres relacionados entre sí. Se las denomina genealogías y estas nos informan sobre quién es hijo de quién y quién se casó con quién, esto es igual con tu familia. ¿Conoces tu árbol genealógico?
Aunque la tentación a menudo es saltarnos esos pasajes, es importante leerlos porque nos permiten seguir la línea de la historia bíblica.
Ahora nos encontramos con la descendencia de Sem, uno de los hijos de Noé (Gén. 11). Pasaron varias generaciones después de Sem hasta que llega Taré, quien sería el padre de Abram. Esta familia vivía en Ur de los caldeos, una ciudad al sur de Babilonia, el Irak hoy. Allí Abram se casó con Sarai, pero no habían podido tener hijos. Por razones que no sabemos, Taré decidió mudar a su familia a Canaán, aunque se quedaron a medio camino en un lugar llamado Harán, actualmente en Turquía, ahí estaremos el próximo año, AMÉN.
Imagina que Dios te diga: «Empaca todo lo que tienes y sal con tu familia, los voy a llevar a otro lugar». De seguro te has dado cuenta de que en esa instruccion falta un detalle súper importante… ¡el destino! Así fue la orden que Dios le dio a Abram, sin más detalles. No le dijo dónde se encontraba el nuevo lugar al que marchaban; solo le dio un mandato. Pero junto con el mandato de mudarse a ese otro lugar, le hizo un anuncio importante, algo que se conoce como el pacto abrahámico:
«Vete de tu tierra, De entre tus parientes Y de la casa de tu padre, A la tierra que Yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, Y te bendeciré, Engrandeceré tu nombre, Y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, Y al que te maldiga, maldeciré. En ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gén. 12:1-3).
Dios está comprometiéndose una vez más. Canaán es la tierra a la que los llevaría y allí los empezaría a convertir en un pueblo grande, Su pueblo. La bendición que recibirían sería tal que llegaría a todas las familias de la tierra. En el plan de Dios no solo estaban los descendientes directos de Abram, sino gente de «toda tribu, lengua y nación» (Apoc. 7:9), como lo somos hoy nosotros también. En contraste con la maldición recibida por Adán y Eva (Gén. 3), aquí una y otra vez se repite la idea de que Dios haría esto para traer bendición.
En una serie de eventos y situaciones, algunos más agradables que otros, Abraham y la familia que lo acompañaba se establecen en el lugar ordenado por Dios, donde Él los bendice y hace prosperar su trabajo y sus posesiones. Sin embargo, la promesa de bendecir a través de Él a todas las familias de la tierra implicaba que tuviera su propia descendencia, pero los años pasaban, Abram era un anciano y no llegaban los hijos. Dios, por Su parte, seguía aseverando que su descendencia sería tan numerosa como la arena del mar o las estrellas que adornan el cielo (Gén. 15).
Como el reloj avanzaba, los días transcurrían y el hijo no llegaba, Sarai, la esposa de Abram, le propone un plan para tratar de acelerar el proceso. Un plan fatídico, como todos los planes que intentamos hacer creyendo que serán mejores que los de Dios. De aquel plan resultó un hijo entre Abram y Agar, una sierva de Sara. Aunque era una equivocada solución cultural en ese tiempo, igual la familia entró en una tensión que supera a la mejor novela actual. Es un recordatorio para nosotros de que Dios no necesita nuestra ayuda para cumplir Sus propósitos y que, cuando lo intentamos, terminamos arruinándolo todo. No obstante, nuestro Dios es tan paciente, misericordioso y fiel que, en lugar de dejar a Abram y a Sarai abandonados a su suerte en aquel lugar, les confirma Su pacto ¡y hasta el nombre les cambió! Ahora serían Abraham y Sara.
«Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua. Y Yo seré su Dios» (Gén. 17:6-8).
El Señor estableció la circuncisión de cada hijo varón como la señal externa de este pacto. Dios [i]afirmaría el pacto en varias ocasiones a lo largo de la vida de Abraham, como para recordarles lo que involucra que ahora Él sea su Dios y ellos Su pueblo. No habían hecho nada para merecerlo, pero Dios los escogió para, por medio de ellos, formar para sí un pueblo aún mayor. Abraham y Sara llegaron a ser los padres de Isaac, un hijo que llegó en su vejez. Un hijo que fue causa de regocijo, el cumplimiento de la promesa de Dios. El hijo que les recordaba con su sola presencia que Dios estaba con ellos.
Para Abraham todo puede haber parecido como un gran imposible en términos humanos, pero creyó a Dios. ¡Y Dios se lo reconoció por justicia!
«Sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo. Por lo cual también su fe le fue contada por justicia» (Rom. 4:20-22).
Todo esto fue un asunto de fe. Esa es la única manera. El camino a Dios solo es por fe en Sus promesas. Para Abram fue fe en lo que Dios le prometió y para nosotros se trata de fe en la obra de Cristo. El camino siempre implicará un paso de fe, ¿Tienes tu Fe?
Aunque ellos no lo sabían ni podían siquiera imaginarlo, todo lo que estaba sucediendo era parte de un plan infinitamente mayor. Un plan que se había orquestado desde la eternidad. Ellos y sus descendientes serían los ancestros de Aquel que fue prometido en Edén. Dios nunca olvida Sus promesas. La historia seguía su curso, aun cuando todavía quedaban muchos capítulos por vivir. La lucha entre la simiente de Eva y la de la serpiente era muy real. Pero el pacto no cambiaría. Dios estaba con ellos y está con nosotros.
APLICACIÓN TEO
¿Qué quiere decir que la fe de Abraham le fue contada por justicia?
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Lean Romanos 4:20-25. ¿Qué esperanza tenemos nosotros ahora según este pasaje?
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[i] Life Way / TG
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