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LO NUEVO

«Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que anden en Mis estatutos, guarden Mis ordenanzas y los cumplan. Entonces serán Mi pueblo y Yo seré su Dios» Ezeq. 11:19-20



Debemos recordar que en nuestra historia encontramos a Dios haciendo un pacto con Noé, luego con Abraham, después le siguió el pacto hecho con Moisés en Sinaí y posteriormente, el pacto con David. Sin embargo, en el momento en que nos encontramos en la historia del plan de Dios no hay rey en el trono de Israel porque la nación, en cierto modo, no existe como tal. Son súbditos de Babilonia. Cuando el Imperio babilónico cayó a mano de los persas, ellos seguían en el exilio. Pero Dios [i]no está ajeno a sus circunstancias, Él continuaba hablando a Su pueblo, ya fuera por profetas actuales o mediante aquellos que lo habían hecho años antes, como Jeremías. Sus mensajes fueron muchos, algunos apuntaban a un futuro distante, otros más cercanos a la realidad que los israelitas vivían. Sin embargo, entre todos ellos hay uno que no podemos pasar por alto. La relevancia de este mensaje tan antiguo nos alcanza hoy, muchos siglos después:

«“Vienen días”, declara el Señor, “en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, Mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos”, declara el Señor. “Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días”, declara el Señor. “Pondré Mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Entonces Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo”» (Jer. 31:31-33).

¿Qué quieren decir estas palabras? ¡Dios estaba prometiendo algo nuevo! El pueblo no había cumplido con su parte del pacto, lo habían quebrantado una y otra vez. Lo cierto es que esto no cambiaría porque el corazón de ellos se iba tras el pecado.

Esa era la causa de que se encontraran en la precaria situación que hemos visto. ¿Cómo entonces sería posible que existiera un camino diferente? Solo Dios podría hacerlo posible. Este pacto sería inquebrantable. Si antes la señal del pacto era la circuncisión de la carne, ahora la señal sería un nuevo corazón. Ese fue el lenguaje que Dios dio al profeta Ezequiel para hablar de este nuevo pacto:

«Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas» Eze. 36:26-27.

Dios no había cambiado, seguía siendo el Dios del pacto. Sin embargo, ahora algo diferente iba a tener lugar. Su mismo Espíritu habitaría en Su pueblo. Ya no lo haría de manera temporal como lo habían visto en los reyes, los sacerdotes, los profetas o incluso los jueces. Ahora estaría en todos ellos y transformaría el corazón duro y desobediente en un corazón blando, moldeable y dispuesto a obedecer. Este nuevo pacto era un pacto de perdón para siempre, no más necesidad de sacrificios y ofrendas anuales como pago por el perdón: «pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado» (Jer. 31:34). El nuevo pacto no anula todo lo anterior, sino que es Dios cumpliendo Sus promesas, incluyendo aquella primera en Génesis 3:15.

Una de las promesas cumplidas en este nuevo pacto incluía que lo que Dios estaba anunciando no se limitaba solo a Israel, se extendía más allá. Dios ampliaría Su salvación para que «alcance hasta los confines de la tierra» (Isa. 49:6). Dios estaba expandiendo Su pueblo al añadir a gente de toda tribu, lengua y nación. ¡Eran las mismas palabras que había escuchado Abraham siglos atrás cuando Dios le prometió que en su descendencia habría bendición para todas las naciones de la Tierra! Allí también entramos tú y yo.


¿Cómo ocurriría todo esto? Pues la promesa venía acompañada de referencias a alguien, otra figura que sería descendiente de David, alguien en quien estaría el Espíritu del Señor y quien traería la justicia tan anhelada (Isa. 11:1-5), el pastor del que Miqueas y Ezequiel habían profetizado. Dios envía otro mensaje como heraldo de esperanza; un mensaje que dejaría perplejo a sus oyentes porque no habla precisamente de un rey con fuerza militar ni poderío, sino todo lo contrario, sería alguien que sufriría, que sería herido y aplastado:


«Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, Molido por nuestras iniquidades.

El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, Y por Sus heridas hemos sido sanados.

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, Nos apartamos cada cual por su camino; Pero el Señor hizo que cayera sobre Él La iniquidad de todos nosotros». (Isa. 53:5-6).


De modo que, aunque el pueblo todavía está desterrado en Babilonia y Jerusalén estaba en ruinas y era tan solo un recuerdo de décadas pasadas, Dios usó a los profetas para que la mirada de los israelitas no estuviera puesta en las circunstancias, sino en Él, Su Palabra y Su fidelidad. Él sigue gobernando de forma soberana en medio de Su historia.


APLICACIÓN TEO


Al considerar el nuevo pacto que Dios está anunciando, ¿qué consuelo trae a sus mentes y corazones?

Leamos Isaías 53 completo, ¿cuál es la diferencia entre este Salvador que Isaías está anunciando y los «salvadores» que hasta ahora ha tenido Israel?

¿Qué aprendemos sobre cómo será dicho Salvador?

 

 

 

 


[i] Life Way / TG

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1件のコメント


TG iglesia
TG iglesia
2024年12月19日

Un corazón de carne, un corazón nuevo !

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