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ENCUENTROS, EXILIO Y PROMESA




«Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón» (Gén. 3:15)

 

Hay encuentros que nos cambian la vida para bien. Hay otros que desearíamos que nunca hubieran ocurrido. ¿Les ha pasado?

Un encuentro indeseable ocurrió en aquel jardín hermoso. No sabemos si fue durante la mañana, la tarde o la noche, pero solo imagina a Eva dando un paseo por el Edén, probablemente distraída mirando flores o dando un mordisco a su fruta favorita. Adán estaba cerca, tal vez recostado sobre un árbol. De repente ocurre un encuentro terrible que leemos en el 3er capítulo de Génesis.

Sabemos que todo lo que Dios había creado era bueno (como lo leímos ayer) De manera que, originalmente, también lo era este animal. Desconocemos cómo fue que la serpiente se puso del lado del mal, el relato bíblico no lo dice. Pero lo que sí queda claro es que el huerto del Edén, aquel jardín hermoso, se convirtió en este momento en un terreno donde hubo un encuentro entre el bien y el mal. Un poder maligno se apoderó de la serpiente para convertirla en la voz del tentador.

Con preguntas torcidas y medias verdades, la serpiente sutil cuestionó lo que Dios había dicho a Sus criaturas, la orden que les había dado con una claridad absoluta.

Lamentablemente, Eva creyó la mentira de que había un camino mejor que aquel que el Creador había trazado, (me pregunto a cuantos les pasara esto). Ella creyó que su propia voluntad era más sabia. Miró a su alrededor, luego al árbol prohibido y decidió que todo lo que Dios les había dado no era suficiente, ¡ella quería ser igual a Él! Arrancó el fruto del único árbol que les había sido vedado. Mientras lo saboreaba, extendió el brazo y lo ofreció a Adán, y él también comió.

En lugar del resultado prometido por la serpiente, un sentimiento desconocido se apoderó de ellos: ¡la vergüenza! Corrieron a cubrir la desnudez de la que antes ni siquiera estaban conscientes. Esto no debe sorprendernos porque el pecado, al final, siempre nos produce vergüenza y nos lleva a escondernos, ya sea tras el orgullo, la mentira o cualquier otra vía que nos ofrezca una salida, aunque sea temporal. Quizá fue el sonido suave de las hojas de los árboles o el susurro del viento lo que los alertó. Me imagino sus corazones acelerados mientras corrían a esconderse. El Señor se acercaba. Otro encuentro. Este también cambiaría sus vidas.

«Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”» (Génesis. 3:9).

¿Crees que Dios no sabía dónde estaba Adán? ¡Claro que sí lo sabía! Él es Dios y todo lo sabe. El Señor no deja de sorprendernos porque fue Él quien dio el primer paso, quien salió a buscar a Sus criaturas avergonzadas, desobedientes y temerosas. Aunque habría terribles consecuencias para lo que acababan de hacer, Él vino al rescate de este hombre y esta mujer que ahora se veían en un callejón sin salida. Ese ha sido el plan desde el principio y Dios no abandonaría a Sus criaturas. Lo que sucedió en Edén no era un plan B de emergencia producto de un plan A fallido. No, Dios lo orquestó todo desde la eternidad:

«Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él» (Ef. 1:4).

No obstante, la desobediencia siempre tiene un precio, y desobedecer a un Dios santo tiene un precio mucho más alto. Adán y Eva fueron expulsados del hermoso jardín que hasta entonces habían disfrutado y nunca más podrían regresar. ¿Te ha pasado a ti, que desobedecer ha traído un alto precio a pagar?

La tierra que antes producía fruto ahora era maldita; obtener el fruto de las cosechas le costaría al hombre el sudor de la frente. Tener hijos sería una tarea muy dolorosa para las mujeres y también sufriría cambios la relación que había gozado con su esposo. Sin embargo, estas no fueron las peores consecuencias. El encuentro con la serpiente y la desobediencia de los primeros humanos trajeron como resultado la muerte física y espiritual. El hombre y Dios ya no podrían tener la misma relación porque los pecadores no podemos estar en presencia de un Dios tres veces santo. Esa comunión que disfrutaban quedó interrumpida y rota.

Pero ese relato no termina con una catástrofe sin remedio, (tranquilos) ni tampoco implica el fin. Recordemos que se trata de Dios y Él no deja a la deriva a Su creación porque es fiel y bueno, la creación fue hecha para Su gloria y siempre hubo un plan redentor. Si perdemos los detalles de este capítulo nos arriesgamos a perdernos lo mejor, la razón por la cual digo que no termina en catástrofe. Me refiero a la promesa de Dios, entretejida entre las sentencias de castigo por el pecado:

«Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón» (Génesis 3:15, NVI).

No puedo evitar pensar en la ironía que se presenta cuando vemos que la promesa que traía esperanza para la humanidad fue hecha justo a la serpiente. En aquel momento quedó de cierto modo plasmado el pacto de Dios: sería aplastado quien había traído el pecado al mundo. Alguien que vendría de la misma Eva, un descendiente, su simiente, acabaría con el enemigo de la creación y la criatura. Aquí se nos presenta la primera sombra del evangelio, ¡la primera buena noticia! Si bien hubo un encuentro nefasto en el Edén, también hubo un encuentro de gracia y misericordia que no solo alcanzó a Adán y a Eva, sino que nos alcanza a ti y a mí hasta el día de hoy.

Dios no solo salió a buscar a Sus criaturas desobedientes, sino que también les hizo saber que lo sucedido no era el final. Él proveyó para ellos como Padre amoroso; los cubrió con pieles.

La analogía es inevitable porque se supone que las pieles vinieron del sacrificio de algún animal. La sangre derramada cubrió la vergüenza que el pecado había provocado. Ellos no lo sabían, pero a partir de entonces los sacrificios serían parte de la historia porque no hay perdón de pecados sin derramamiento de sangre. Ese acto sacrificial se repetiría una y otra vez en la expectativa de la llegada de Emmanuel, Dios con nosotros, cuando por Su obra redentora la culpa sería borrada y la deuda pagada para siempre.

Seguimos mañana con esta maravillosa aventura, LOS FELICITO !

 

Para reflexionar

¿Cómo cambia o afirma tu entendimiento del evangelio lo sucedido en Génesis 3?

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Leamos Efesios 1:3-6 y haz de ese texto una oración personal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


[i] Life Way / TG

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