«Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente» (Gén. 50:20).
Génesis contiene material suficiente para filmar varias películas. El próximo capítulo en la historia que estamos siguiendo nos presenta a Abraham, ya anciano, haciendo arreglos para que su hijo no se casara con una mujer del lugar donde vivían sino con una de entre sus parientes. Le encomendó esa tarea de búsqueda a su mayordomo. La manera en que todo sucede muestra sin lugar a duda la mano de Dios dirigiendo el proceso. El siervo viaja unos 900 km (es una gran distancia) para encontrarse de forma providencial con Rebeca, nieta de Nacor, hermano de Abraham.
La Biblia pocas veces nos describe el físico de las personas, pero en este caso sí señala que se trata una joven hermosa (Gén. 24:16). La historia permite inferir que también era bondadosa porque conlleva un acto de bondad ofrecerse a sacar agua para los diez camellos de un desconocido, sobre todo si tenemos en cuenta que un camello puede beber ¡hasta 150 litros de agua de una vez! Eso fue justo lo que hizo Rebeca y ese tipo de respuesta amable también era lo que el siervo le había pedido a Dios como señal de haber encontrado a la joven indicada. Dios estaba involucrado en el asunto.
Para ella era un día común y corriente, pero para Dios sería el día en que Rebeca comenzaría a ser parte de una gran historia. Poco tiempo después, con la bendición de su familia, Rebeca partió hacia Canaán para casarse con Isaac. Fue algo como amor a primera vista. Él la amó y ella fue fuente de consuelo para su esposo quien había perdido a su madre (Gén. 24:61-67). Pero volvió a repetirse en Isaac y Rebeca la infertilidad que por tantos años sufrieron Abraham y Sara. Es hermoso que el relato bíblico cuente que Isaac oró a Dios a favor de su esposa (Gén. 25:21-22). ¡Dios concedió su petición! Rebeca quedó embarazada y no de uno, sino de dos bebés. Al mayor llamaron Esaú y al menor, Jacob.
Las historias de estos hermanos están entretejidas con celos, mentiras, odio, venganza, dolor, traición y rencor, (algo que no debe haber entre hermanos) Dios le había revelado a Rebeca durante su embarazo que el mayor quedaría a merced del menor. ¿Por qué? No lo sabemos, pero sería a través de este hijo menor –cuyo nombre significa «engañador»– que nuestra historia continuaría y recalcaría la gracia, la soberanía y la providencia de Dios en el cumplimiento de Su plan. Jacob y Rebeca idearon una serie de tretas para lograr que el anciano Isaac entregara su bendición de primogenitura a Jacob. Como era de esperarse, esto enfureció a Esaú. Jacob temió la venganza de su hermano y por eso huyó a refugiarse a la tierra de su madre Rebeca.
Si todo lo que hasta aquí hemos contado te parece una película de las que atraen a miles de espectadores, el próximo episodio es material para la continuación de la saga. El engañador será engañado en la casa de su tío Labán. Su corazón quedó prendado de Raquel, sin embargo, el tío lo embaucó y lo hizo casarse primero con Lea, la hermana mayor de Raquel. Estas dos hermanas se lanzan a una guerra en la que luchaban por ganar el amor y la atención del esposo. La competencia se centra en la cantidad de hijos que cada una podía darle al jefe de familia. Los años pasaron y Jacob tuvo doce hijos en medio de corazones rotos, rivalidades, inseguridades, temores y amor compartido.
Dios lleva a Jacob de regreso a Canaán con toda su familia y los bienes que acumuló durante su tiempo en las tierras de su suegro. Durante el trayecto ocurre un encuentro fascinante que no podemos pasar por alto. En un lugar llamado Betel, Dios se le aparece a Jacob –el suplantador, engañador, padre de una familia más que disfuncional– y le dice algo que nos recuerda las palabras dichas a su abuelo Abraham:
«Tu nombre es Jacob; No te llamarás más Jacob, Sino que tu nombre será Israel». Y le puso el nombre de Israel. También le dijo Dios:« Yo soy el Dios Todopoderoso. Sé fecundo y multiplícate; Una nación y multitud de naciones vendrán de ti, Y reyes saldrán de tus entrañas. La tierra que les di a Abraham y a Isaac, Te la daré a ti Y a tu descendencia después de ti» (Gén. 35:9-12).
Es muy cierto que Dios no escoge a quienes va a usar por sus propios méritos. No había nada digno de reconocimiento en el currículo de vida de Jacob. Pero Dios tenía un plan y este hombre era parte de ese plan. El cambio de nombre era también para darle una nueva identidad. Las palabras de Dios implican que Jacob, un heredero improbable, está dentro de la promesa junto a su abuelo Abraham y su padre Isaac. La promesa y el pacto de Dios no han cambiado y se mantienen por Su gracia y soberanía. No dependía del desempeño de estos humanos pecadores sino de la fidelidad de Dios.
Los hijos fueron creciendo y también creció el drama entre la familia de Jacob. José, uno de sus doce hijos y uno de los dos hijos de Raquel, era el favorito de Jacob. Como era de esperarse, esta predilección particular no era bien recibida por el resto de los hermanos. Pero los celos se convirtieron en odio cuando José les cuenta a sus hermanos los sueños que había estado teniendo. Todo parecía apuntar a un futuro donde aparentemente él reinaría sobre ellos. No debemos olvidar que la serpiente seguía siseando su maldad, el pecado de Edén no ha mermado, todo lo contrario, se sigue manifestando entre los humanos. En un arranque de celos y venganza, los hermanos vendieron a José como esclavo a unos comerciantes egipcios. Para justificar su ausencia, engañaron a Isaac fingiendo la muerte del hermano.
Lejos estaba de ellos imaginar que redundaría para bien lo que tramaron para mal. Dios tenía un plan con José que nadie podía torcer porque, no lo olvidemos, esta es Su historia. El joven de diecisiete años se vio en situaciones que jamás pudo sospechar. De siervo, a mayordomo, a prisionero en un calabozo, a jefe de los prisioneros, a segundo al mando después de faraón. ¿Y sabes cuál es la frase que se repite a lo largo de todas las vicisitudes en la vida de José? «Dios estaba con él» (Gén. 39:2, 21, 23). Lo mismo ocurre hoy contigo,[i] DIOS SIEMPRE ESTA ¡
Dios le había revelado en sueños al faraón que vendría una hambruna, un sueño que José interpretó. Cuando el hambre llega a la tierra de Canaán, la familia de José acude a Egipto en busca de alimento. Una nueva serie de eventos dramáticos tuvo lugar y, finalmente, Isaac y toda su familia viajaron a Egipto para vivir bajo el amparo de José. Tal y como lo había presagiado aquel sueño de su adolescencia. Lo que tal vez ninguno de ellos podía imaginar era que las palabras de Dios a Abraham estaban por cumplirse:
«Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos durante 400 años. Pero Yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después saldrán de allí con grandes riquezas» (Gén. 15:13-14).
En unos años, la oscuridad volvería a cernirse. El siseo de la serpiente se volvería aterrador. Sin embargo, Dios estaría con ellos, como también estuvo con José. No los dejaría solos, ni tampoco se detendría el plan redentor.
APLICACIÓN TEO
¿Qué enseña lo que hemos visto hasta aquí sobre el plan de Dios y Su promesa en Edén?
¿Te has visto alguna vez en una situación en la que creíste que Dios te había abandonado? ¿Cómo podría servirte de aliento la lectura de hoy?
[i] Life Way \ TG
El carácter amoroso de Dios !