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CONFORME AL CORAZÓN DE DIOS

«Pero ahora tu reino no perdurará. El Señor ha buscado para sí un hombre conforme a Su corazón, y el Señor lo ha designado como príncipe sobre Su pueblo porque tú no guardaste lo que el Señor te ordenó» (1 Sam. 13:14).



Samuel fue el último juez que lideró a Israel. Fue dedicado al Señor por su madre desde su nacimiento, creció en el templo junto al sacerdote de turno, Elí. El caos en la nación continuaba, la espiral descendente parecía imparable. Este sacerdote tenía [i]hijos desobedientes (eso no pasa con nuestros hijos, ¿verdad?) que quebrantaban la ley de Dios sin escrúpulo alguno. Lo más triste es que él no hacía nada al respecto. Finalmente, en cumplimiento a una palabra dada por Dios, los dos hijos de Elí mueren en una batalla contra los filisteos en la que el arca de Dios fue capturada. Elí también murió cuando recibió la noticia.

Ya Samuel había crecido cuando sucedieron esos eventos dramáticos. A partir de ese momento no solo ejercería la función de juez, sino que Dios lo estableció también como profeta en Israel. A pesar de que fue fiel a Dios y lo sirvió sin vacilar, al final de su vida nombró a sus hijos como sucesores. Estos hombres, lamentablemente, distaban mucho de ser como su padre: «… se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho» (1 Sam. 8:3) que nuestro buen Dios, nos ayude a levantar hijos, que sigan con el legado de la Fe en Cristo. No estaban a la altura para ser jueces de Israel. Es en este punto que los ancianos del pueblo se presentan ante Samuel y le hacen una petición que daría un giro a la historia de la nación: querían un rey. La petición encerraba mucho más porque mostraron el anhelo de ser como las demás naciones (aquí radica el vddero error). Hicieron ese pedido a pesar de que Dios les había dicho que ellos eran una nación diferente y que no podían seguir el camino de los pueblos que los rodeaban. Lo que pasaba es que el corazón de los israelitas estaba lejos de Él. La petición desagradó mucho a Samuel y cuando oró a Dios, esta fue la respuesta del Señor:

«Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a Mí para que Yo no sea rey sobre ellos. Así como todas las obras que han hecho desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así lo están haciendo contigo también. Ahora pues, oye su voz. Sin embargo, les advertirás solemnemente y les harás saber el proceder del rey que reinará sobre ellos» (1 Sam. 8:7-9).

Israel había sido hasta ese momento una nación teocrática porque Dios era su rey. Los jueces fueron líderes colocados por Dios para guiarlos bajo Su dirección. Esta petición encerraba el rechazo velado a Dios como rey. Se puede escuchar por detrás el siseo de la serpiente. El mismo pecado de aquel huerto hermoso está asomando la cabeza. Las criaturas repudian al Creador, creen que pueden tomar el control de sus vidas y que sus decisiones serán más sabias que las de Él.

Dios les concede su petición. A partir de este momento vivirían bajo el dominio de reyes humanos. El ser como los otros pueblos no les entregaría los anhelados beneficios imaginados; por el contrario, nunca sería bueno porque los reyes humanos también llevaban el ADN del pecado heredado. Los reyes humanos pondrían sobre ellos cargas que antes no habían llevado, la servidumbre y los impuestos serían el pan diario. La vida daría un giro completo y, aun así, no cambiaron de parecer, (no es acaso este el ejemplo que vivieron en Egipto).

El nombre de Saúl aparece ahora en la historia de Israel. Se trata del primer rey a quien Samuel ungió según las órdenes dadas por Dios. Sin embargo, este primer rey fracasó como gobernante. Saúl prefirió agradar al pueblo antes que a Dios (algo que pasa hoy a menudo en padres, lideres espirituales y políticos)  y eso lo condujo derecho a la desobediencia. Dios lo rechaza como rey y le anuncia por medio de Samuel que pondría a otro en su lugar (1 Sam. 15:26).

Samuel es llamado nuevamente a la tarea de ungir al rey. El candidato escogido por Dios lo encontraría en la familia de Isaí, el hijo de Obed, ¡el hijo de Rut y Booz! (¿los recuerdan? Su nombre era David y uno de los siervos de Saúl lo describió así:

«Yo he visto a un hijo de Isaí, el de Belén, que sabe tocar, es poderoso y valiente, un hombre de guerra, prudente en su hablar, hombre bien parecido y el Señor está con él» (1 Sam. 16:18).

Los días que transcurrieron entre un rey y el otro fueron muy difíciles y no carecieron de circunstancias dramáticas. El Espíritu del Señor había abandonado a Saúl y ahora lo atormentaba un espíritu malo. Fue así como David llegó a la presencia de Saúl. Él era músico y tocaba el arpa para calmar al rey cuando el espíritu malo lo hostigaba. También se convirtió en su escudero. La popularidad del futuro rey crecía a medida que sus logros se acumulaban, particularmente luego del enfrentamiento victorioso contra Goliat, el célebre gigante filisteo. Los celos entonces se convirtieron en el amo que gobernaba el corazón de Saúl, al punto de que intentó matar a David en varias oportunidades.

Entre tanto, el caos continúa en Israel. Saúl asesinó a unos sacerdotes bajo la acusación de ayudar a David. Su obsesión por perseguir a David era tal que decidió consultar a una adivina, algo que la ley (obvio y Dios) prohibía de manera tajante. Su expediente de desobediencia y maldad aumentaba cada vez más y cerró con un trágico final. Saúl quedó gravemente herido en una batalla contra los filisteos y luego acabó con su vida echándose sobre su espada. Cuando los enemigos filisteos encontraron su cuerpo, lo decapitaron y lo colgaron de un muro. En la misma batalla también mataron a sus hijos. El primer reinado terminaba en oscuridad y desesperanza.

Este rey no había traído el descanso que Israel esperaba. ¡Todo lo contrario! El rechazo a Dios y al orden que Él había establecido para Su pueblo no quedaron impunes. Estaban viviendo las consecuencias de una decisión que poco a poco los destruiría. Sin embargo, Dios es un Dios de pactos. Una vez más vendría al rescate y les mostraría que estaba con ellos. No lo haría porque lo merecieran. Lo haría porque el anuncio de Génesis 3, lo pactado con Abraham y ratificado a Moisés en el monte Sinaí seguía estando en pie. El nuevo líder pronto asumiría su posición y así se establecería la monarquía davídica. El futuro parecía anunciar tiempos mejores.

 

APLICACIÓN TEO

¿Cómo ves la misericordia de Dios ante un pueblo tan rebelde que lo rechazó como su rey?

Al considerar esta segunda semana de lecturas, ¿cómo ha mostrado Dios ser fiel a la promesa de traernos un Redentor a medida que transcurre la historia?

 

Oh ven, tú que eres infiel

Oh ven, tú que eres infiel;

Ven, frágil y débil

Ve que sólo no estás.

Oh ven, si estás cansado ya

de orar y esperar

Ve lo que ha hecho Dios.

Jesús nació, Él nació

Él nació, por ti

Oh ven, triste y herido

Ven, tú que has temido

Ven, prueba Su gran amor

Oh ven, lleno de culpa,

Ven, no huyas más de Él

Ve lo que ha hecho Dios.

El Cordero inmolado

Por nuestro pecado

Aquellos que creen

Tendrán paz en Él

Sí, ven, en tu carencia

Ven, Él es la ofrenda

Ven, ve lo que ha hecho Dios. 7

 

7. Traducción de «O Come, All You Unfaithful».

 


 


[i] Life Way

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